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Mi comensal favorito tuvo un encuentro con la influenza (de intensidad baja gracias a Dios), sin embargo después de dos semanas todavía no se recupera completamente. El reto de atravesar por este tipo de cuadros cuando tienes una condición con el hígado (como cirrosis hepática en su caso), es que no puedes medicarte con nada que no esté previamente aprobado por el especialista y ser sumamente cuidadoso con los remedios naturales, los cuales así como pueden ser efectivos, pueden provocar serios daños. Ver decaído a mi marido es algo que no me gusta, pero entiendo que siendo alguien que vive junto a él este proceso, me es indispensable mantener una perspectiva correcta de la situación pero sobre todo, permanecer con la claridad de quien yo soy frente a todo esto.
Si permito que mis pensamientos vuelen solos, créeme que sobran razones para preocuparme:
La preocupación es una puerta falsa; el personaje disfrazado de solución que te ofrece no más que un entretenimiento improductivo, perjudicial y alucinógeno.
«A-lu-ci-nó-ge-no»….. Leíste bien. El estado de preocupación te lleva a ver cosas que no son, a imaginar cosas que nunca pasarán y exagerar la dimensión y potencial de las supuestas amenazas. Tiene la peculiar característica de provocar adicción haciéndose indispensable para la existencia cotidiana y si su ‘víctima» opone resistencia, tiende a enredarle con su red de aparente confiabilidad:. «Finalmente preocuparse es señal de que quieres a alguien ¿no es así?»
La preocupación es el pintor de un cuadro en el que tú apareces como un ser diminuto, dentro de un escenario lleno de gigantes. El problema no está en lo que éste pinta, sino en el arte que tú le compras.
Por si fuera poco, la preocupación opera como una fuga de tu energía: Huele a gas pero no lo puedes ver, enciendes un cerillo y ocurrirá una explosión. El «combustible» que pierdes cuando te preocupas no solo es un desperdicio, es el detonador de un deterioro y destrucción mayor hacia todo tu ser.
Y para cerrar con broche de oro, la preocupación modifica la intensidad de tu apetito (y por consiguiente tu peso), y trae repercusiones directas en tu proceso digestivo, provocando alteraciones en la manera en la que tu cuerpo asimila lo que consumes.
Suficiente como para no querer asociarnos con este amigo ….¿No lo crees? Sin embargo, el reto es cómo atravesar por momentos como los que hoy vivo sin que este personaje haga de las suyas conmigo.
Tus pensamientos son como un barco que requieren de un ancla. Del tamaño del ancla será tu capacidad para permanecer ubicado cuando aparece lo incierto, lo que amenaza tu integridad, lo que pretende provocarte daño.
Estoy aprendiendo a vivir esto en el lugar donde me encuentro, dando un espacio cada vez mayor al amor en mi interior. El temor paraliza y entontece; el amor te libera para disfrutar de la vida y responder a las demandas del exterior eficazmente con resiliencia y proactividad.