«A mil por hora».…. es la velocidad con la que aquí hemos estado operando este año desde que mi comensal favorito comenzó a manifestar los síntomas de la enfermedad con la que fue diagnosticado. Su estado no nos permitía movernos de manera diferente: Una anemia severísima, várices esofágicas de gran tamaño y una cirrosis catalogada como «misterio» por su origen desconocido.
El tiempo no era algo que podíamos administrar a nuestra manera, más bien andábamos contra reloj. Las prioridades cambiaron de la noche a la mañana y nos movíamos en esa dirección, conscientes de que era necesario atender en paralelo, todos los demás asuntos que rodean a nuestra familia.
Cualquiera diría que esta cirrosis inesperada nos cambió la agenda, aunque en realidad llegó a cambiarnos la vida. Nos subimos en un tren en el que lo único certero era su destino: NUESTRO BIEN.
La aceleración de los eventos nos ha provocado a soltar muchas cosas y dejarlas tiradas en el camino. Vez tras vez me he repetido esta frase: «En esta travesía de mi vida, lo único que puedo perder es EL MIEDO».
Hoy tuvimos cita con el hepatólogo que trata a mi marido para la evaluación que constantemente le realizan. Su reporte fue satisfactorio, aunque nos deja claro que aunque mi comensal favorito está BIEN, él sabe que puede estar MEJOR y que de eso se trata que vayamos adelante. Por primera vez en quince meses, nos dice que podemos tomar una pausa de seis meses, para entonces volver a realizar estudios de monitoreo en Marzo del 2017. La aventura de permanecer en los cuidados necesarios y en los hábitos de la alimentación recomendada continua, aunque el médico añadió una nueva meta: Bajar 4 kilos más (10 libras aproximadamente). El funcionamiento de su hígado se normaliza en función de cómo mi marido se acerca al índice de masa corporal que le corresponde. Hoy están más seguros que nunca que el origen de su estado es un hígado graso, que por condiciones genéticas desarrolló a un caso de cirrosis hepática.
Estamos clarísimos de que no es tiempo de bajar la guardia, pero que sí es momento de des-acelerarnos y re-organizar nuestras prioridades. Las horas invertidas en el teléfono, consultorios médicos, salas de espera de hospitales, (que a veces me parecían un trabajo de medio tiempo para ambos), toman otro rumbo en este día. Bajamos la intensidad con el seguimiento médico para recuperarnos en otras áreas y seguir creciendo juntos en la confianza de que Dios es fiel para completar la obra que ha iniciado.
¿Que si me siento cansada después de todo? La velocidad a la que nos movíamos entume la sensación de cansancio y conforme te des-aceleras, tu cuerpo te deja saber lo que en realidad está pasando contigo. Solo sé que necesito ser paciente conmigo misma y descansar. Cerramos este capítulo felices sabiendo que podemos reducir el ritmo. 😀
Nuestra aventura continua y la gratitud de tener a mi comensal favorito conmigo hoy en vías de recuperación es una bendición que me comprueba una vez más, que las más grandes dificultades en la vida solo pueden traer las oportunidades más inimaginables para nuestro crecimiento.
No somos los mismos después de esta etapa……. ¡Y las circunstancias en que nos encontramos tampoco lo son! Hoy valoramos cosas que dábamos por sentado que ahí estarían y apreciamos aquéllas que no estuvieron porque nos enseñaron a depender más de Dios. Este supuesto «nido vacío» (con una hija casada y otra lejos en la universidad) en realidad está lleno…… ¡así que lo vamos a disfrutar!
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