Una de las cosas que me motiva enormemente a cocinar, es ver cómo la mesa se convierte en un espacio que provoca a la convivencia y tiempo familiar. Los alimentos terminan siendo el «pretexto» para la charla, la risa,  ó el desahogo de las presiones del día.  Son un sin fin de aspectos de la vida cotidiana que giran alrededor de compartir juntos los alimentos cada día.

Ahora que si sumado a esto, le añadimos que la comida resulte deliciosa, pues participamos de hacer que lo cotidiano y común, se vuelva especial y extraordinario.

Lo que estoy experimentando en mi caso muy personal, es que cocinar va mucho más allá de «guisar»;  la cocina es un ARTE, en el que no existen fronteras ni límites para la imaginación y creatividad; lo interesante del caso, es que para participar de este arte, solo necesitas voluntariamente atreverte a verlo así.  ¡Me rehuso a adjudicarme el papel de «cocinera resignada»! Ja ja ja 😀  Y es que esta importantísima operación, además de ofrecerte ser un espacio recreativo para quien cocina,  resulta en un generador de bienestar ( ó malestar si se opta por la comida no saludable), para quienes comparten contigo la mesa.

En medio de todo lo que estamos viviendo con los procesos médicos de mi marido, ponerme creativa quizá no sea lo más lógico, pero sí lo más conveniente para mí y para todos en casa.

Generar nuevas ideas, es «darle vuelo a la hilacha» a ese potencial que tenemos internamente para CREAR mientras disfrutas del proceso. Unas semanas atrás, regresé de la oficina con un dolor de cabeza, me fui a la cocina como de costumbre y comencé a hacer LO QUE ME GUSTA: COCINAR. Puse música de fondo y cuando menos me di cuenta, ni supe dónde quedó mi malestar.  Tú eliges disfrutar de los beneficios de participar de un ARTE  ó de las molestias de una obligación.

No tienes que ser un(a) «artista» con algún tipo de estudios para salir de la esclavitud y la friega que en la mente de muchos representa esta palabra. Participa del ARTE quien se dispone a CREAR   ¿Tú qué vas a hacer?